XI - el Invierno

Éste capítulo deberia ser largo, porque con el Invierno comenzó un Tiempo de tormento. Para qué exponer cosas tristes, para qué contar el suplicio del Gato: que sus ojos estaban negros de tan pardos lo declaraban en cartas enviadas por los habitantes del Bosque, cartas que la Paloma Mensajera llevaba a otros Bosques más lejanos. Tales noticias llegaron hasta el apartado escondrijo de la Cobra Cascabel e incluso ella tembló de angustia. Contando las penurias del Gato igualmente contaban su soledad. El Gato Rayado jamás volvió a dirigir palabra alguna a quien quiera que fuese.

Tan grande era su soledad que, conmovida, Rosa Chá le dijo confidencialmente a Jazmín, su actual amante:
 
Pobrecito! Vive tan solito... no tiene a nadie en el mundo.* - se engañaba la Rosa cuando creía que el Gato Rayado vivía solitario y que no tenia a nadie en el mundo.

Muy al contrario; tenía un mundo de recuerdos, de dulces momentos vividos, de alegres andanzas. No voy a decir que era felíz y que no sufría. Sufría, pero aún no estaba desesperado: todavía se alimentaba con lo que ella le había dado.

Estaba triste porque la felicidad no puede alimentarse tan sólo con recuerdos del pasado: también necesita  tener sueños a futuro.

Un día de suave Sol invernal, se realizó la boda de la Golondrina con el Ruiseñor. Hubo gran fiesta, mesas llenas de dulces y champaña. La boda por lo civil fué en casa de la novia, siendo juez el Gallo con un elocuente discurso sobre las virtudes y los deberes de una buena esposa, recalcando especialmente la fidelidad debida al matrimonio. De la fidelidad del marido a la esposa él no habló. Era mahometano mas no hipócrita: todos sabían que el Gallo Don Juan de Rhode Island tenía su harém.

La boda por lo religioso fué en el Naranjal, en la linda Capilla del Bosque. El Reverendo Padre Urubu vino desde un convento distante para celebrar la ceremonia religiosa. El Papagayo sirvió de sacristán y para la Noche se embriagó. El sermón de Urubu fue conmovedor. La madre de la Golondrina lloró mucho.
 
Cuando el cortejo nupcial salió de la Capilla en arrebolada multitud, la Golondrina vió al Gato observando desde un rincón lejano. No sé de qué manera pudo volar sobre él y dejarle caer un gran pétalo de Rosa, de ésas Rosas Rojas del ramo de novia. El Gato la puso sobre su pecho: parecía una gota de sangre.


Para terminar ésta historia alegremente, podría describir la fiesta dada por los padres de la Golondrina Sinhá. Tal vez debería contar alguna de las anécdotas con que el Papagayo deleitó a los invitados. Habían asistido todos los habitantes del Bosque, menos el Gato Rayado. La Mañana reseñó la fiesta íntegramente al Tiempo, dándole detalles de los vestidos, de las comilonas, de la mesa con dulces y postres, de los adornos de la sala. Todo éso lo puede imaginar el lector a su gusto, con entera independencia.


Solo diré que era maravillosa la Orquesta de los Pájaros y que su melodioso Son llegaba hasta el Gato Rayado, allá solitario por el Bosque. Ya no tenía futuro para alimentar aquél sueño de amor imposible. Noche sin Estrellas, la Noche de fiesta en la boda de la Golondrina Sinhá. Tan sólo un pétalo Rojo sobre su corazón, una gota de sangre.


el Gato Rayado y la Golondrina Sinhá :

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