IX - el Otoño

Al otro día, el Otoño irrumpió derribando las hojas de los Árboles. El Viento sintió frío y para calentarse, silbaba corriendo por todo el Bosque. El Otoño cargaba consigo un caudal de nubes y con ellas pintó al cielo de colores cenicientos. No sólo modificaba al paisaje el correr de las estaciones, como ciertamente notó éste culto y talentoso lector. También la actitud de los habitantes del Bosque, con relación al Gato Rayado, había sufrido un cambio notable. No era que hubieran dejado de sentirle antipatía, tampoco era que le hubieran perdonado agravios anteriores: ahora ya no sentían miedo por él, como comprobaban comentando habladurías de su caso con la Golondrina Sinhá, comentarios que de tímidos murmullos pasaron a bulliciosos chismes. Recordemos que antes temían que'l Gato Rayado abriera tan sólo un ojo. ¿Cómo explicar entonces que ya no recelaran, que comentasen abiertamente sus paseos con la Golondrina?

Es que el Gato durante la Primavera y el Verano vivió alegre y satisfecho. No amenazaba ya más a otros seres vivos ni despedazaba más las flores a patadas, ni encrespaba sus pelos sobre el lomo cuando se arcercaba algún extraño y ya no repelía los perros erizando los bigotes e insultándolos entre dientes. Se convirtió en un ser suave y amable; era el primero en saludar a los otros habitantes del Bosque, quien antiguamente no respondia los timidos buenos días que le dirigían.

No puedo aventurarme y afirmar que él mismo cultivó, en aquella época, buenas y generosas intenciones. La verdad es que el Gato seguía con fama de sujeto malo e intratable. Los habitantes del Bosque, ante la actual amabilidad del Gato Rayado, habian concluido que si bien era malo ya no era tan peligroso. Tal vez se estaba volviendo viejo, sin fuerzas y por éso estaba intentando rehabilitarse. Le perdieron el miedo...

La fama ruín del Gato era antigua y arraigada. ¿Cómo podrían entender que el Gato cambiase tanto desde que la Golondrina entró a su vida? ¿Cómo entender que bajo ésa cascara gruesa, bajo ése pelo erizado de Gato, latía un corazón tan tierno?

Tan tierno, que aquel primer día de Otoño vino a encontrar al Rayado escribiendo un soneto.

Cubierto con un pesado manto de lana (era un Gato muy friolento) contaba sílabas con los dedos y buscaba rimas en un grueso diccionario. Sí, hasta un soneto escribió.

El Gato Rayado no sólo se cubría con un manto contra el frío, en aquella mañana de lírica inpiración: también se cubria con el manto del amor. La poesía no sólo está en los versos. A veces está dentro del corazón y es enorme, a punto de no caber ya en palabras.

Soneto de Amor Imposible
Para mi adorada Golondrina Sinhá

La Golondrina Sinhá
la Golondrina Sinhá
la Golondrina abrió sus alas y voló.

Vida triste mi vida,
no sé cantar y no sé volar,
no tengo alas ni plumas,
no sé sonetos escribir.

Amo mucho a la Golondrina,
con ella me quiero casar.

Pero la Golondrina no quiere,
conmigo no puede casarse
porque soy un Gato Rayado
¡Áy!


el Gato Rayado y la Golondrina Sinhá :

No hay comentarios: