VII - fin de la Primavera (IIª Parte)

Inesperdamente sintió la necesidad de levantarse. ¿Por qué? Ni él mismo podría explicarlo. Tal vez sólo para tomar el Sol. Se levantó y salió a pasear. De pronto notó que los pies lo habían llevado ¿acaso ya no los mandaba? sin que él notara, ahí junto al Árbol donde vivía la familia de la Golondrina Sinhá. Debo aclarar que tal Árbol quedaba al otro lado del Bosque.

Los padres Sinhá habían salido en busca de alimentos. La Golondrina vió llegar al Gato desde lejos y lo esperaba sonriente. El Gato Rayado se detuvo bajo el Árbol, comenzó a buscar y encontró la Golondrina. Entonces notó hasta dónde había llegado sin darse cuenta. ¿Qué estoy haciendo aqui? Y pensó regresarse inmediatamente (¡Diablos! Sus pies estaban tan pesados que parecian clavados al suelo), pero la Golondrina le habló con dulce voz:

*¿Ni buenos dias me vas a decir, mal educado?*

*Buen día, Sinhá...* - había cierto acento musical en la voz seca del Gato.

*Señorita Sinhá, si me hace usted el favor…*

Y como su cara se puso muy triste (era todavía más feo cuando estaba triste), ella dijo:

*Está bien, llámame Sinhá si así quieres… yo te llamaré feo.*

*Ya te dije que no soy feo.*

*¡Ánda! ¡Qué presumido! Eres la persona más fea que yo conozco. A comparación, mi madrina la Lechuza ganaría un premio de belleza…*

¿Qué estoy haciendo aquí? pensaba el Gato Rayado. Aquella joven Golondrina apenas adolescente, no lo trataba con el respeto debido (¿queria realmente que lo tratara con respeto?); lo insultaba, lo agredía, lo llamaba feo. Éso se ganaba por haberle dado tanta confianza a una joven Golondrina cualquiera, qué era sino una estudiante, una alumna de la religión del Papagayo ¿que tanto podría caber en ésa cabecita? ¿Que tipo de conversación podría tener con él, un Gato serio, viajado, que se sabía muy superior, mucho más culto que todo ése montón de gente del Bosque y que se consideraba -principalmente- un Gato muy guapo? Decidió retirarse y no volver a hablarle nunca más a ésa Golondrina tan irrespetuosa (¡Ah! Pero sus pies seguían pegados al piso como plomos, no los podia mover) Hizo un esfuerzo:

*Hasta luego.*

*Váya ¿Se ofendió? -...más convencida aún de que era feo...

¿Cómo diablos empezaba a encontrar divertidos tales comentarios? No eran tan sólo sus pies los que no obedecian, tambien la boca se le abría y sonreía, cuando lo que él quería era quedarse serio con aire irritado: llevaban un gran complot contra el Gato Rayado. La Golondrina seguía con su parlotear incesante, como toda linda adolescente campirana cuya juventud domina todo a sulrededor:

*No hace falta que te vayas ahora. Ya no te voy a llamar feo. Ahora sólo te diré hermoso.*

*No, tampoco me gusta…*

*Entoces ¿Cómo te llamaré?*

*Gato.*

*Gato, no puedo.*

*¿Porqué?*

¿Estaba poniéndose triste? Ahora su voz ya no era juguetona. El Gato Rayado volvió a preguntarle:

*¿Porqué no puedes?*

*No puedo conversar con ningún Gato. Los Gatos son enemigos de las Golondrinas.*

*¿Quién dijo tal cosa?*

*Es una verdad, yo lo sé.*

El Gato puso la cara más triste del mundo. La Golondrina Sinhá que amaba la alegria y no podia ver a nadie triste, continuó enseguida:

*Pero nosotros nunca seremos enemigos, ¿verdad?*

*¡Nunca!*

*Entonces sí podemos platicar.*

Pero enseguida agregó:

*Ahora debes irte porque mi papá ya viene por ahí. Después iré a platicar contigo. Feíto.*

El Gato se rió y como pudo se escondió entre las matas de algodón que crecían por ahí en todos lados. Otra vez estaba alegre. Mientras iba atravesando ágilmente entre los matorrales del campo, recordaba el diálogo con la Golondrina, su melodiosa voz volvía a resonarle en los oídos. Ella no podía conversar con los Gatos, los Gatos son malos; algunos fueron atrapados in fragantti almorzando Golondrinas, habia cierta verdad en éso. ¿Cómo era posible ser así tan malo? ¿Cómo almorzarse un ser tan frágil y tan hermoso como la Golondrina Sinhá?

Se recostó sobre una pradera de yerbas en flor. Más tarde apareció la Golondrina haciendo círculos por el aire en vuelo improvisado, como danzando un baile gentil y primaveral. De lejos, el Ruiseñor que no podía quitarle los ojos de encima, comenzó a cantar y su melodía de amor invadió el Bosque.

El Gato aplaudió cuando la Golondrina se posó en una rama baja del Árbol. Continuaron su conversación donde quedó interrumpida.

No voy a reproducir más tales diálogos. Tomo tal decisión porque todos eran muy parecidos y solamente al pasar del Tiempo, unos cuantos se volvieron dignos de una historia de amor. Quién sabe, quizás más adelante pueda contarles uno si hay lugar. Por ahora, sólo quiero decir que conversaron durante toda la Primavera, sin que jamás les faltase tema. Fueron conociéndose uno al otro, cada día un nuevo descubrimiento. Y no sólo conversaban. Juntos corrían, él por un suelo verde lleno de yerba, ella volando por el cielo azul; vagabundeaban por todo el Bosque, encontraban rincones deliciosos, descubrian nuevos matices de color en las flores, variaciones en la dulzura de la brisa y una alegría que tal vez estuviera más dentro de ellos mismos, que en las cosas a su alrededor.

El tesoro de la felicidad estaba presente en todo y ellos ni lo habían visto antes. Porque digo: si tenemos ojos para ver u ojos para no ver, asegún el estado del corazón de cada uno. Quiero agregar finalmente, que ya no se trataban de usted. Cuando se veían en la mañana por primera vez ése día, él preguntaba:

*¿Que hiciste de ayer a hoy? Estás más linda que ayer y aún más linda de lo que estabas ésa noche del sueño en que te ví…*

*Cuéntame tu sueño. Yo no te cuento el mío porque soñé con una persona muy fea: soñé contigo…*

Se reían los dos: él con su risa seca de Gato malvado, ella con su risa plateada de Golondrina adolescente.

Así pasaron toda la Primavera.


el Gato Rayado y la Golondrina Sinhá :

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